sábado, 17 de diciembre de 2011

Cesária Évora, la Diva de los Pies Descalzos

Hace tiempo que llevo pensando en retomar mi actividad blogera, en expulsar mis entrañas y mis pensamientos en un cúmulo de líneas más o menos ordenadas, no tanto por quien quiera leerlo sino por mí propia necesidad de recordar (dentro de unos años) cómo soy en la actualidad.

Hay muchos temas que me interesan, muchas cosas sobre las que reflexionar y sobre las que discutir conmigo mismo, y con vosotros si alguien gusta de leerme, pero hoy, un oscuro día de diciembre, ha muerto Cesária Évora, y no he encontrado mejor manera de retomar mis recuerdos aún por olvidar que haciendo un humilde homenaje a esta mujer, descalza en el escenario, desnuda en nuestros corazones.


Dice la wikipedia todopoderosa que Cesária Évora nació un 27 de agosto de 1941 en Mindelo, ciudad portuaria de la isla São Vicente, a su vez perteneciente al archipiélago de Cabo Verde. Región que servía de puerta de salida para esclavos africanos hacia el nuevo mundo y que todavía guarda reminiscencias de aquella oscura época. Mucho más en aquellos años que vieron nacer a la diva.

Pronto comenzó a cantar en las plazas de su ciudad, con bastante éxito. Tenía un buen oído musical, buena afinación y un timbre que cantara lo que cantara convertía la melodía en un llanto melancólico, en un blues por el pueblo negro. Cabo Verde se vio envuelta en las peleas coloniales contra Portugal, y consiguió su independencia en 1975. Cesária, como tanta gente del nuevo país, sufrió muchas penurias, por lo que tuvo que dejar  de cantar para trabajar por su familia. Como bien recitaba Gabriel Celaia: "la cultura es un adorno y el negocio es el negocio".

Es a partir de estos "anos escuros" cuando se forma la personalidad singular de Cesária. Tras los cuales esta "ama de casa" de 47 años, aficionada a la música, se convirtió en estrella internacional, viajando por todo el mundo para dar a conocer su pequeño y remoto país. Presentándose descalza fue denominada la "diva de los pies desnudos", en su mesita con su cigarro y su copa, tranquila, fiel a sí misma.

Cantaba morna, y seguirá cantándola para todos nosotros desde la memoria. Esta música está fuertemente emparentada con la tradición lisboeta del fado, filtrada por el alma negra. Ese sentimiento tan portugués de  la "saudade", morriña gallega, que se entremezcla con el dolor africano, por el daño de tantos siglos esclavizados, por la vida en unas islas volcánicas en medio del mar, aisladas del mundo. Por el hecho de ser mujer, negra, africana y caboverdiana. Hay gente que dice que este espíritu dolorido de la morna es el origen del blues afroamericano. En todo caso, en la dulce angustia de Cesária Évora la morna se transforma en magia, en una sensación alegre de dolor, en un sufrimiento feliz, como cada uno quiera sentirlo en su interior.

Esta mujer, desde su pequeña parcela, ha girado alrededor del mundo indefinidamente desde que en 1988 se convirtió en estrella después de grabar en París La Diva aux Pied Nuds. Desde entonces no ha conocido descanso, en 2008 un derrame cerebral, operación a corazón abierto en 2010 y todavía haciendo interminables giras mundiales. Hasta septiembre de este año cuando un médico francés le dijo que ya no había vuelta atrás. Sólo entonces, sabiendo que su fin estaba cerca, renunció a su vida ambulante para regresar a Mindelo, a su casa, para morir en su tierra con su gente. Y así ha sido hoy día 17 de diciembre de 2011, con 70 años.


Sodade es probablemente la canción más representativa de Cesária Évora y de la morna por extensión. Ese sentimiento de melancolía por la tierra abandonada hace tiempo, que le ha hecho regresar a su patria a descansar por siempre, y deseo que así sea, porque esta mujer de corazón infinito y voz de diosa en tierra se lo merece, su espíritu debe contagiar a todos aquellos que se proponen ser felices en esta vida.